Hoy, Día Internacional de la Mujer Rural, Colombia rinde homenaje a una población esencial: las más de 5.760.000 mujeres que habitan en las zonas rurales del país, según las cifras más recientes del DANE. Ellas son el motor silencioso de la economía agropecuaria, garantes de la seguridad alimentaria y constructoras de paz en los territorios.
A pesar de su papel irremplazable, que incluye labrar la tierra, gestionar recursos y mantener viva la cultura ancestral, su aporte fundamental sigue opacado por profundas brechas de género que el país está obligado a cerrar.
El Aporte y la Desigualdad Laboral
La mujer rural es la principal responsable de la producción de alimentos para el autoconsumo y la comercialización a pequeña escala. Sin embargo, su participación en el mercado laboral formal es limitada y su jornada de trabajo total (remunerado y no remunerado) supera la de los hombres.
- Trabajo de Cuidado (Carga Invisible): Las estadísticas del DANE son contundentes: una gran mayoría de mujeres rurales dedica su tiempo al trabajo no remunerado, es decir, a las labores del hogar y el cuidado de la familia. Esta carga limita su acceso a oportunidades y a la autonomía económica.
- Liderazgo Productivo: Aunque trabajan la tierra, solo una minoría de las Unidades Productivas Agropecuarias (UPA) son dirigidas exclusivamente por mujeres. Además, enfrentan mayores barreras que los hombres para acceder a crédito, asistencia técnica y la titulación formal de la tierra.
Brecha en Oportunidades Clave
La desigualdad se manifiesta en todos los ámbitos, afectando su calidad de vida y desarrollo:
- Educación: Las mujeres en el campo presentan mayores tasas de deserción escolar, priorizando el cuidado del hogar o enfrentando la falta de recursos, un ciclo que perpetúa la desigualdad.
- Pobreza: Los hogares rurales con jefatura femenina tienen una mayor incidencia de pobreza monetaria en comparación con aquellos encabezados por hombres rurales.
El Llamado y los Compromisos
En este día, el llamado es a la acción. Reconocer el rol de las mujeres rurales no es solo un acto de justicia social, sino una estrategia para el desarrollo sostenible.
La actualización de la Ley de Mujer Rural y la implementación de líneas de crédito con enfoque de género son necesarias para garantizar su autonomía económica y dignificar su labor.
